EL NIVEL DE ESTUDIOS, LA OCUPACIÓN LABORAL Y LA RENTA
CONTRIBUYEN A QUE LA POBREZA SE HEREDE DE PADRES A HIJOS
Una vez más, Caritas Española a través
informe FOESA nos comparte su análisis de las situaciones de pobreza en
España:
Factores como el nivel de estudios, la situación
laboral, la ocupación y la renta son
los principales responsables de que en nuestro país la pobreza se herede de
padres a hijos. Esta es una de las constataciones recogidas en un nuevo estudio
de la Fundación FOESSA que sale a la luz bajo el título “La transmisión intergeneracional de la pobreza: factores, procesos y
propuestas para la intervención” y que se ha presentado hoy en Madrid en la
sede de Cáritas Española. En el acto de presentación han intervenido Sebastián Mora Rosado, secretario
general de Cáritas Española y director ejecutivo de FOESSA, y Raúl Flores Martos, que ha coordinado el trabajo
de investigación en el que también han participado Mónica Gómez Morán y Víctor
Renes Ayala.
Trasmisión
intergeneracional de la pobreza en España
La existencia de lo que se conoce como transmisión intergeneracional de la pobreza (TIP) se refiere a las
dificultades que tiene una generación que ha vivido sus primeros años en un
hogar en situación de pobreza para generar un cambio ascendente en el estatus
socioeconómico con relación a la generación anterior.
En España y a la vista de los datos manejados en la investigación de
FOESSA, tenemos una estructura social que permite que las realidades de pobreza
sean algo que se pueden heredar y que, de hecho, se heredan.
“Los estudios analizados –ha señalado Raúl Flores-- nos muestran una
fuerte asociación entre las condiciones de vida de padres e hijos. No es
extraño, por eso, que en los centros de servicios sociales y en los espacios de
las entidades y ONG que actúan en el terreno de la acción social se estén
atendiendo a los nietos de aquellos que acompañaron hace 30 años”.
Y ha añadido: “Aunque se puede
considerar como un axioma de nuestro modelo social el concepto de la ´igualdad
de oportunidades´ para todos, los estudios analizados indican una fuerte
asociación entre las condiciones de vida de padres e hijos, con lo cual la
igualdad de oportunidades queda más como una aspiración que como una realidad”.
En el estudio se
identifican varios factores de carácter estructural que intervienen y actúan en
dicha transmisión de la pobreza, como son el
nivel de estudios, la situación laboral, la ocupación y la renta.
La educación
El estudio indica
que a pesar de que en nuestro país se ha producido una movilidad educativa
ascendente generalizada como fruto de la universalización de la educación, 8 de cada 10 personas cuyos padres no
alcanzaron la primaria no han conseguido completar los estudios secundarios.
La situación laboral y la ocupación
La situación laboral y la ocupación de los progenitores son factores
que, además de estar relacionados con el nivel educativo que permite desempeñar
unas u otras tareas, también están estrechamente ligados a la existencia o no
de una fuente de ingresos y a la cuantía de la misma. Ese estatus laboral representa un claro factor de transmisión
intergeneracional entre padres e hijos.
La renta
Asimismo, se ha
constatado una alta correlación entre las dificultades económicas en los
hogares de origen y el nivel de formación alcanzado por éstos. A medida que los problemas financieros
decrecen, aumenta la proporción de adultos con niveles educativos altos.
De hecho, los
problemas económicos suponen un freno a la adquisición de niveles educativos
más altos: 4 de cada 10 adultos (41%)
que vivió su adolescencia con problemas económicos muy frecuentes, no consiguió
alcanzar la educación secundaria. Esta situación sólo afecta al 8% de los
que nunca tuvieron dificultades económicas.
Otro dato
elocuente es que 8 de cada 10 personas
que vivieron graves dificultades económicas en su infancia y adolescencia, las
están reviviendo en la actualidad como adultos. Concretamente, el 81% de
las personas que tuvieron dificultades, las volvían a tener en ese momento,
frente al 45% de los que no las tuvieron.
La tendencia a heredar la situación económica
se hace más intensa en los momentos de mayor inestabilidad económica.
El estudio permite
comprobar como la pobreza presente
genera pobreza futura.
La pobreza
de las familias con hijos
La investigación
presta una especial atención a la transmisión de la pobreza en el núcleo
familiar y a la importancia de los menores en la intensidad de la misma en el
seno de los hogares.
Tanto Sebastián Mora como Raúl Flores han puesto el énfasis a la hora
de señalar que “cuando hablamos de pobreza infantil nosotros nos referimos a la
pobreza de las familias con hijos”. En ese sentido, el estudio subraya que, hoy
en día, el mayor riesgo de pobreza y de exclusión social se da entre las
familias con hijos a cargo. El riesgo de
las familias con menores es notablemente mayor al de cualquier otra
configuración familiar.
De manera
concreta, la tasa de pobreza en los
hogares sin menores es del 16%, mientras que asciende al 28% en los hogares en los que hay menores, al 42% en el
caso de familias monoparentales con hijos y al 44% cuando las familias tienen
tres o más menores.
Como explica Flores, “este fenómeno social, es a día de hoy, una de
las cosas que más distingue la realidad social española de los países de
nuestro entorno. La brecha en la tasa de
pobreza entre los hogares sin menores y con menores es en España tres veces
superior a la UE27”. Y aunque la pobreza y la exclusión de las familias con
menores son previas a la crisis económica, estas se han hecho más extensas y
más intensas en los últimos años.
La debilidad
de las inversiones públicas
Los autores analizan también el modelo de protección social para
encontrar las causas de la persistencia de la TIP. Una de ellas obedece a que
el modelo español está centrado en el amparo del sector productivo de la
población a través de la protección del
desempleo y de las pensiones de jubilación. Si bien antes los grupos con mayor
riesgo de pobreza eran los mayores, ahora esto ha cambiado pasando a
concentrarse el riesgo en las familias con menores. Ello responde al hecho de
que la inversión en tercera edad no está cuestionada mientras que la inversión
en infancia se observa como una responsabilidad de los progenitores.
En el estudio se afirma que la protección social de la infancia en
España, en lugar de ir dirigida a todos los menores, sólo se destina, en la
mayoría de las ocasiones, a quienes se encuentran en situación de desamparo o
riesgo, lo que conlleva una segmentación de las políticas que reproducen las
viejas pautas de segregación entre las poblaciones infantiles normales y las marginales, que se ven
estigmatizadas.
Comparado con la media de la UE, España invierte muy poco en familia e
infancia. La parte del PIB que España destina a la infancia y la familia es el
1,3%, frente al 2,2% de media de la UE27. El gasto en infancia y familia
representa el 5,3% del total de gasto en protección social, mientras que en la
UE27 el gasto en infancia y familia
supone el 7,5%.
El informe constata también como el sistema español de impuestos y
prestaciones ha sido y es uno de los menos efectivos en la redistribución de
las rentas familiares de toda la UE, entre otros motivos por la práctica
inexistencia de prestaciones de carácter familiar.
Impulso de políticas públicas para frenar la TIP
En la última parte
de la investigación los autores desarrollan un repertorio de propuestas que
sirvan para diseñar una política pública dirigida a luchar de manera específica
contra la TIP y que aborde de manera integral todos los factores potencialmente
transmisores de la pobreza y la exclusión social.
En este sentido,
como elementos prioritarios para afrontar la TIP y garantizar el cumplimiento
de los derechos humanos, se proponen los siguientes:
1. La inversión en la
educación debería de ser una
prioridad de los Estados de bienestar, de forma que el producto educativo que
recibe la infancia no dependa de la capacidad para invertir en la enseñanza de
sus padres.
2. Impulsar una contribución clara y decidida en
la red de servicios sociales comunitarios por la “atención psicoeducativa”: apoyo psicológico y social a las
familias, apoyo psicopedagógico a los menores con deficiencias, y apoyo a las
actividades en tiempo libre.
3. Garantizar un sistema de salud pública universal con acceso gratuito para todas las personas
que residen en el territorio, independientemente de su situación administrativa
y contributiva.
4. Promover la
inversión en políticas sociales y políticas redistributivas que consigan de manera eficaz la reducción de
las desigualdades.
5. Desarrollar una política de vivienda y urbanismo que se convierta en
herramienta contra la reproducción y transmisión de las situaciones de
vulnerabilidad y/o exclusión.
6. Tomando como referencia otros modelos
europeos, es necesaria una política basada en un sistema de prestaciones universales destinadas a la familia y a la
infancia, que ponga freno a la reproducción de la discriminación social y
que aporten un elemento de estabilidad y continuidad.
7. Dado que la situación laboral de los
progenitores tiene una influencia directa en la TIP, la política pública debe
contener un proceso de inclusión social
a través de la activación de los progenitores, que contemple, entre otros
temas, un apoyo efectivo para la conciliación de la vida laboral y familiar de
los padres.
8. El apoyo
directo a las familias en su labor parental, mediante la provisión de
servicios de orientación a los padres, debería servir para la creación de un
entorno más firme para el desarrollo de los niños y niñas.
9. Promover una
acción coordinada de cada uno de los servicios y prestaciones proporcionadas
por los distintos organismos públicos a las familias, que asegure la
calidad de la intervención y también su eficiencia, sin duplicar esfuerzos y
acciones.
Citando a Zygmunt Bauman, Raúl Flores ha recordado que “se mide la
capacidad de un puente para soportar el peso, por la fuerza de su pilar más
débil. La calidad humana de una sociedad debería medirse por la calidad de vida
de sus miembros más débiles”. “Si utilizamos este criterio, podemos
concluir que la calidad humana de nuestra sociedad es claramente deficitaria,
debido a que nuestra sociedad no está garantizando una vida digna a algunos de
sus miembros más débiles”, ha concluido.